domingo, 1 de marzo de 2020

HOMENAJE ISIDORO MAIQUEZ









                                                         ISIDORO MAIQUEZ 


En este año celebramos el Bicentenario de la muerte del gran actor Cartagenero
Isidoro Maiquez.

Queremos dar a conocer su historia y todo lo que aporto a las artes escénicas, 
colgando en nuestro blog todos aquellos hallazgos que nos describan su vida, su trabajo y todo lo que aporto al mundo teatral.

Este articulo de Antonio Puig Campillo que en 1958 dedico al actor en la que de una forma resumida aporta datos de su biografia. 

Quiero destacar como curiosidad la partida de nacimiento de Isidoro Máiquez, 
encontrado en el archivo de la Iglesia Santa Maria de Gracia.








            EL ACTOR ISIDORO MAIQUEZ



Fue Isidoro Máiquez, además de un gran trágico, uno de los grandes españoles del siglo XIX y uno de los actores más grandes del mundo, según sus biógrafos y escritores contemporáneos: Mesonero Homanos, Martínez de la Rosa, Alcalá Galiano, Hartzenbusch, don Manuel y don José de la Revilla, entre otras autoridades, dedican excepcionales elogios a este coloso del arte.

El sainetero Torre del Álamo, trazando a grandes rasgos la vida de Máiquez,  al referir su llegada a la gloria, dijo que el portero celestial, al saber que quien quería entrar era Máiquez, exclamó:

" o Pasa, que aguardándote estábamos.
 Estás en tu casa".


La Literatura hizo de Máiquez un personaje de novelas, memorias,
estudios históricos y obras dramáticas. 
En cuantos libros se han escrito sobre Carlos IV, el Dos de Mayo, los afrancesados, Fernando VII y el pronunciamiento de Riego en Cabezas de San Juan, aparece el nombre de Máiquez; bulle en  romances, en leyendas, en cuentos, ¿ quién no le recuerda en los Episodios Nacionales de Pérez Galdós? Había nacido en
Cartagena.*1
Su padre, tejedor de sedas, abandonó su oficio y se unió a unos cómicos de la legua, valencianos, que actuaban por tierras de Levante, desempeñando en tal compañía el papel de «barba». En estas correrías,
unas veces en carro y otras a pie, y soportando hambres, acompañaba nuestro biografiado al autor de sus días, y atraído por el arte escénico, representó en patios de posadas y en las plazas de los lugares, siendo silbado no pocas veces, como lo fué en el corralón de Cartagena.
 Dejó la compañía de su padre y se unió a otros cómicos.
 Fracasó en Valencia y en Málaga; en Toledo, representando el Triunfo del Ave María, fué tan estrepitosamente rechazado que, sin acabar la representación y vestido de moro, abandonó el teatro y la ciudad.

 No obstante, su vocación era cada vez más fervorosa.
 Por esta época, su voz era bronca y obscura, detestables sus modales, y, como no tenía de quien aprender, ni su educación había sido esmerada, le era difícil atraerse las simpatías de los públicos. 

Sólo en él era aceptable su hermosa y esbelta figura. Haciendo
una sustitución de cierto actor en Valencia, en cuya compañía destacaba Antonia Prado, inteligente y hermosa actriz, que cantaba y bailaba primorosamente, como así declamaba, ésta se enamoró de él, y matrimoniaron, separándose más de una vez desde 1790. En 1791, reconciliado con su mujer, lo llevó ésta a la compañía del teatro del Príncipe donde ella trabajaba, y pronto llegó a ocupar el puesto de «sobresaliente» reducido a sustituir al primer galán, cuando éste no podía trabajar. Por esta época era Máiquez poco expresivo, extremadamente frío y le designaban «galán de invierno, voz de cántaro» ; logró luego verse aplaudido, especialmente actuando en los Sitios reales, pero no era más que,
«el marido de la Prado».


Quiso conocer el teatro francés, que oía ensalzar, y estudiar al famoso actor Talma; con la protección de Godoy consiguió la regia licencia y una pensión de cien francos mensuales; y marchó a París el 7 de octubre de 1799; vio el teatro francés y no necesitó más; y estudio a Talma con la atención reflexiva de que él sólo era capaz. Se le acabó el dinero. la Embajada española no le pagaba la pensión y lo pasaba muy mal, 
gracias a que Talma no sólo le enseñó, sino que hasta le protegió. 

Regresó a Madrid, confiando en ser contratado, al saber que el Estado se había incautado de los teatros de la Cruz y del Príncipe: no lo consiguió y volvióse a París donde permaneció hasta los dos primeros meses del 1801. Vuelto a Madrid pronto se comprendió que España contaba con un excelente director y con un actor inigualable. 
Cosecho éxitos representando:

- la comedia El Celoso Confundido,
- el drama. La Vida es Sueño y
-la tragedia Ótelo.

Venciendo las terribles acometidas de la envidia, recibió en
la escena extraordinarios aplausos y coronas. 
No tuvo rivales, ni quiso discípulos; con él empezó la gloria de nuestro teatro en la representación y con él acabó.

Inadaptable a las exigencias políticas del momento, sufrió Máiquez
destierros y prisiones y, por haber tomado parte en el glorioso alzamiento del Dos de Mayo, se le encarceló y después se le condujo a Bayona como reo de Estado; mas José Bonaparte le perdonó y le llevó consigo a Madrid y asistió al teatro para aplaudirle.
El excesivo trabajo acabó por resentir su naturaleza y enfermó del pecho.
Vuelto a reinar Fernando VII, le encarceló varias veces. Quiso verle representar la tragedia Pelayo y el colosal esfuerzo que realizó para complacerle le empeoró visiblemente, y tras unas temporadas de trabajo alternado con obligados reposos, llegóse a la noche triste del arte escénico (25 noviembre 1818): con la representación de la tragedia "Numancia "acabó el gran trágico, y acabó cantando a la  Patria y a la Libertad, ideales que anidaban en la inmensa hoguera de su corazón.
Siempre que se ponía en escena esta obra, se reforzaba el piquete de guardia del teatro y se doblab a la ronda de alguaciles par a contener las exaltaciones del público liberal que se manifestaba delirante cuando Isidoro pronunciaba con el fuego de su inspiración aquellos famosos versos:


"Y escrito está en el libro del destino
que es libre la nación que quiere serlo..."

Máiquez tenía una hija natural a la que dio su nombre, habida con
la bella actriz María Maqueda.


Coincidió la muerte de aquel actor que no ha tenido semejante, con la revolución de Riego en 1820; los trastornos políticos hicieron pasar casi inadvertida la desaparición de aquél.

Pero en septiembre del 1821, los actores de Madrid, entre ellos Antera Baus, representaron en el teatro del Príncipe una alegórica
titulada Apoteosis de Isidoro Máiquez, como homenaje a su memoria y para con el producto formar una dote que asegurara la existencia de su hija. 
Se publicaron poesías y artículos numerosos; un soneto de Moratín
terminaba con estos versos:

¿A quién dejaste sucesor muriendo?
¿De quién ha de esperar igual decoro
la escena que te pierde y abandonas?

Así dijo Melpómene, y vertiendo
lágrimas en la tumba de Isidoro,
cetro depone y púrpura y corona.


La estatura de Máiquez era alta y bien proporcionada, su fisonomía,
expresiva, ingeniosa, agradable; sus ojos, vivos, penetrantes; su aire,
noble, a veces imponente y severo, su trato afable, su carácter obstinado.
Los grandes actores Julián Romea y su esposa Matilde Diez, y su
hermano Florencio dedicaron en 1838 un sencillo monumento a Máiquez en Granada, ante el teatro del Campillo, y en 1854 el Ayuntamiento lo trasladó al cementerio colocándolo sobre la tumba del glorioso actor y le dedicó una artística fuente en su bello rincón del Genil. 
Goya pintó su retrato en dos lienzos que se admiran en el Museo del Prado el uno, y en el palacio del Marqués de Casa Torres, el otro.

También se hallan retratos en el saloncillo del Teatro Español de Madrid y en el Romea de Murcia; en la galería de cartageneros ilustres del Ayuntamiento y en la Sociedad Económica de Amigos del País. 
Escrito está su nombre en el monumento a los murcianos ilustres de la plaza de Santa Isabel de Murcia. Además un lienzo en el que se ve a Máiquez vestido a la romana en el Ateneo de Madrid; un busto en yeso también vestido a la romana se conserva en la Real Academia de San Fernando; la calle que bordea la fachada posterior del Hospital de Madrid, recuerda al inmortal artista.

Una revista madrileña, El Teatro Nacional, apareció el 5 de octubre
de 1871, y a continuación de extensa biografía y retrato de Máiquez insertaba :
«La ciudad de Cartagena acaba de erigir una estatua a Isidoro Máiquez, cuyo monumento nos aseguran que es una magnífica obra de arte digna de la memoria del famoso actor que con tal recuerdo enaltece la patria que se lo dedica». 
Nada había en Cartagena que justificara tal información. El teatro que ahora lleva su nombre se edificó en 1877, llamándosele 
«Teatro de San Vicente», nombre de la calle donde se levantaba y lo inauguró la compañía de Antonio Vico el 13 de abril de 1878
representando La Vida es Sueño.
 Pasados algunos años se le llamó «Teatro Máiquez». A los pocos días del centenario de la muerte del genial actor, sin acuerdo, municipal y sin saber quién, se colocó en la plaza del Sevillano, una placa con el nombre de Isidoro Máiquez; lo mismo ha sucedido ahora dando igual nombre a la calle de San Vicente. 
Y llegó el día en que se realizara lo que por deber, por justicia y por amor se debía: el 2 de mayo de 1927 se le dedicó un hermoso monumento en el que se admira la estatua de Máiquez, obra del escultor José Ortells.
Entre las adhesiones que se le ofrendaron el día del homenaje entresacamos la de Fernando Díaz de Mendoza que dice:

      Si Máiquez no se hubiera llevado a la eternidad el cetro del imperio dramático y el aliento del genio de la Raza, bastaríale para su descanso 
saber que su tierra le rinde tributo de amor y justicia.
¡ Bien hayan los pueblos que honran a sus hijos preclaros. 


Y llegado este día, ante mármoles y bronces Cartagena pudo decir 
al viajero estos versos del glorioso Monroy:

   Repara, al detener el pie cansado
que Máiquez vive aquí; que su grandeza
los siglos ha llenado;
que el gigante cadáver de su gloria
no cabe en el sepulcro de la Historia,...
Óyeme, pues, mientras mi voz levanto
en honor de ese hombre:
¡De rodillas, oh mundo, ante su nombre! 

*1
 Iglesia  Santa Maria de Gracia.—Libro (de bautismos núm. 62; folio 8 vuelto.
«En Cartagena a diez y nueve de Marzo de mil setecientos sesenta y ocho Yo Don Francisco Antonio Baldasano, teniente de Cura de esta parroquia, bauticé y chrismé a Isidoro Patricio que nació el día diecisiete de dicho mes a las dos de la tarde, hijo legítimo
<De Isidoro Máiquez natural de Valencia y de Josepha Rahay natural de esta ciudad.
Abuelos paternos Leonardo Maiquez y Bernarda Tolosa,- naturales de Valencia. Maternos, Pablo Rabay natural de Génoba y María Guerrero natural de esta ciudad. Fueron padrinos D. Domingo Balarino y Doña Ana María Ors, a quiénes advertí su obligación de parentesco. Testigos Juan Prieto y Matheo Mengual.—Yo, Don Francisco Antonio Baldasano».



                                                      Antonio Puig Campillo

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